22 de marzo de 2008

Todo cambia

Lo curioso del invierno es que todo cambia. Han caído cuatro copos, y ya se ve todo diferente. Es de noche y me dirijo al centro de Copenhague a pasar la noche como cualquier sábado.


Las pocas bicis que quedan se refugian de la nieve.

A eso que veo en el otro andén a un gatito. Blanco, pequeño como él solo. Maúlla sin cesar. Un maullido lastimero, probablemente en busca de su madre. O simplemente en busca de un lugar cálido y con alimento. Yo llevo mil capas de ropa y siento helor en todo el cuerpo.

Tras unas cuantas vueltas, intenta cruzar la vía del tren. Salta abajo. Como veréis, hay una cierta altura.



Se para en la vía de mi andén. Me mira con lástima. "Lo siento. Sabes que no puedo ayudarte. No tengo aquí comida, no te puedo ofrecer calor, y por lo que más quieras, ¡sal de ahí que el tren viene en 5 minutos!".

Pero el gatito seguía con su aullido lastimero, ajeno al tren. No me lo podía quitar de la cabeza. Me sentía triste, pero simultáneamente muy nervioso porque el tren estaba al llegar. No quiero imaginarme lo que puede hacer un tren con un animalito así.

¡Y sucedió! No sé como leches, pero lo hizo. Pegó un bote y subió al andén.
- ¿Cómo puede saltar tanto un gato? ¡Ole tu huevos! - pensé.

Pasó a mi lado, me miró, y continuó su búsqueda. Le deseé mucha suerte.



Al amanecer volví en bus por otro camino. Me acordé de él. ¿Habrá encontrado lo que buscaba? ¿O habrá perecido en el intento? Estés donde estés, mucha suerte desconocido.

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